Arasy retrocedió rápidamente, llena de temor por lo sucedido, y corrió de regreso a su aldea. Sin embargo, el encuentro con el yaguareté le dejó una huella profunda en su corazón. Decidida a desentrañar los misterios ocultos de la selva, la joven buscó a los sabios ancianos de su comunidad para que le revelaran más acerca de la desaparición de la luna. Cuando Arasy llegó ante ellos, la observaron con atención y decidieron compartir con ella una leyenda ancestral:

—Según la historia transmitida de generación en generación —dijo uno de ellos— hace siglos, un espíritu malévolo arrebató la luna llena y la ocultó en algún rincón de la selva, un lugar sólo conocido por criaturas ancestrales. Sin embargo, una antigua fuerza pudo recuperar su luminosidad aquella vez. Arasy, desconcertada, sintió un profundo deseo de ayudar a devolver la luz a la oscuridad de la selva.

—¿Sin embargo, eso no es todo jovencita—continuó otro anciano—En esta historia, hay un personaje de suma importancia: Tekove Poti, el espíritu protector de los seres. Cuentan que Tekove Poti posee el poder de comunicarse con las criaturas místicas de la selva y conocer sus secretos más profundos.
Entonces, Arasy se convenció de que necesitaría la ayuda de Tekove Poti para encontrar la luz de la luna. Llena de curiosidad, preguntó:
—¿Y dónde se encuentra este espíritu?.
—Se dice que, aquellos que lo han visto, frecuenta las aguas del Salto Encantado, una cascada de agua tan brillante como la plata y las estrellas juntas—respondieron ellos—. Cuentan que él es el guardián de una cueva, conocida como la Cueva de los Espíritus.
